miércoles, 28 de mayo de 2014

Miradas

Me acuerdo de él y de todas esas miradas de reojo, de esos ojos que dependiendo el tiempo cambiaban de color. Y no sólo de color… a veces los veía tristes, otros fantásticos, otros rebosaban de alegría, pero siempre me lastimaba. Me lastimaba verlo así por culpa de alguien que supongo que no lo merecía, ella no era digna de sus sonrisas fugaces que pasaban por esos ojos cambiantes cuando él escuchaba su nombre. No era digna, pero sí culpable de que esa mirada no tuviera el suficiente brillo como para iluminar mi alma a sabiendas de que él no sentía nada por mí. Pero yo no perdía la esperanza de que algún día me quisiera como la quiere a ella… ese amor ciego que sentía por una persona no digna de él. Él y sus ojos. Sus ojos y él. Él y su humor, cambiante, aunque siempre persistía esa sinceridad que a pesar de ser dolorosa a veces, te ayudaba a sacar esa tela negra que había entre el espejo y la visión con la cual, ya despejada, podías ver todo lo que había en tu interior y tu alrededor, también. Ese alrededor gracias al cual reís viendo a toda esa gente diferente a vos y gracias al cual liberás todo el dolor que sentís por dentro, con esa carcajada tan inaudible para algunos pero tan hermosa para otros que en silencio sienten lo mismo por tus ojos. Ojos hermosos, infinitos, inalcanzables, transparentes. Ojos que enamoran callados, libres, sin aparentar nada más que la realidad. Realidad de la que uno escapa pensando que es mejor si uno lo hace soltando todo ese dolor que se deposita en la mirada de otra persona que, inteligentemente, lo transforma en un amor pasional e incondicional. Amor que después es destrozado gracias a otra persona que, inocente, no sabe el dolor o el placer que puede causar con una mirada que trata de acallar, retándola a un duelo de más dolor o sanación. Sanación que sale ganando y aliviando a muchas otras miradas que agradecen sin pensar que gracias a unos ojos todo ese dolor trascendental pudo ser destruido. Gracias a una mirada que pudo hallar la forma de desechar todo ese mal que le causaba esa lucha de amor. Amor que después pudo ser curado pero también, conscientemente, recordando las heridas que le causaron para después no volver a filtrarse en ese dolor.

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